El Paroxismo de la Parsimonia
Vuelvo a Pernigoti. Como todos sabrán, hacía tiempo que no escribía ni estaba visitando mucho a nuestro delicioso chocolate virtual. Razones puntuales.... no tengo. Creo que pasé por una menopausia creativa debido a las largas vacaciones que tuve este verano. Me alejé bastante del país y me alejé bastante de las computadoras. Pero como se dice en Uruguay, el año arranca después de turismo. En el domingo de pascuas deberíamos desearnos un feliz año. No es lo mismo hasta que pasa esta santa semana. Por lo menos para los que somos estudiantes todavía. También tengo que decir que mis largas vacaciones fueron muy bien cubiertas por el ancho. El ancho, el anchoa, 16:9 o como pija se quiera hacer llamar ese esquizofrénico, supo cuidar la salud del querido pernigoti. Gracias ancho, yo y los 8 te lo agradecemos un montonazo.
No voy a hacer un post que hable sólo de que voy a reintegrarme a pernigoti, o que por lo menos eso voy a intentar. Voy a contar algo que me paso en estos días y que tiene que ver con lo patética que es la administración pública en nuestro país. Cada vez que uno viaja tiende a comparar otros lugares con su propia tierra (decir tierra en lugar de país es feo, es centroamericano o chileno). Eso esta bueno y es natural. Pero ojo y oreja. NO debemos caer en la miopía que nos genera la excitación de estar de vacaciones y pensar que Uruguay es una completa verga ahumada en comparación con el resto del mundo. De todos modos, de esa enfermedad me ocuparé en otro momento.
Yendo al acné, hace unos días fui a la Dirección General Impositiva a realizar una operación bodrio, como cualquier otra que se realiza en esa denigrante oficina. El trabajo debería de haber sido sencillo, me tendrían que haber rebotado el expediente solamente una vez, como sucede casi siempre. “Te falto un fotocopia de la cédula de la empleada que trabajaba para la empresa; no pusiste la fecha en la que comenzaron a vender los productos porcinos; no especifíca si va a almorzar unidades indexadas o reajustables” y un largo etcétera de banalidades insoportables.
Eso igualmente, es el pulso normal en la burocracia. Ausencia de detallada información en una página web donde podamos encontrar todo lo que hay que llevar para no perder tiempo. Mas no. No sucede isso. Por lo cual, uno sabe que la primera vez está condenado al fracaso.
Me atendieron y me indicaron las observaciones pertinentes. A los dos días fui otra vez y el jefe de área y una asistonta me hicieron más observaciones. Ante eso me sentí un pelotudo. Pasé por una espera de cuarenta minutos, para que me hagan más observaciones, para tener que ir de vuelta. Increíble. Les dije lo inoperantes que me parecían y que no podía entender cómo se puede ser tan salamongo de no estudiar a fondo el documento y decirme todo lo que necesito traer. “Perdón, le pedimos disculpas señor”. Muy bien, no me iba a enojar más, ese es mi trabajo y ya sé con que bueyes aro.
Unos días después consigo todo lo que me pidieron y vuelvo. Saco número y me siento a esperar aproximadamente treinta minutos. Leo un poco, hablo con los de al lado que siempre cuentan historias de que están apurados, que ya es la segunda vez que vienen, que hay olor a bondi en el lugar donde venden los timbres, que nunca tendrían que haber sacado al Cebolla, que ayer también hubo paro y toda esa folkloreada. Cuando llega mi turno, está en el pupitre maldito el jefe de área y un asistente de aspecto poco inteligente. Reciben mis documentos y en cinco minutos el estúpido le dice a su superior que el señor no puede traer un pasaporte, que debería tener una cédula de identidad del país de origen del futuro titular de la sociedad anónima. Cuando me comunicó la mala nueva, exploté en cólera.
No podía creerlo. Algo tan simple y no habérmelo dicho las dos veces anteriores. Les dije que eran insoportablemente inoperantes, jugaban con el tiempo de la gente, si fueran una empresa privada no durarían ni cinco minutos atrás de ese monitor vergonzoso. Si yo tuviera un negocio y quisiera ir a hacer los trámites sin un cadete como médium, me tendría que haber perdido tres tardes enteras de trabajo entre pitos y flautas. Son unos guarangos nucleares. Ante todo eso el jefecito vestido como un macaco me dijo que pare, que nadie le había faltado el respeto. Además, mencionó que yo podría ir "n" veces a hacer el trámite porque si ellos estudiaban detenidamente los documentos de todos, atenderían solamente a tres personas por día. Patrañas! No tratarme como a un verdadero cliente es faltarme el respeto, zapallo. Ahí fue que se caldeó muchísimo el ambiente hasta que la terminó con el típico recurso del burócrata: “Eleva una carta al departamento superior” ¿Para qué? Si son iguales o más inoperantes que ustedes. Olvidate, seguí corrigiendo eso y decime que te tengo que traer que se me hace tarde para visitar otra oficina de adormecidos como vos. Presto! El señor se calló, me dijo las nuevas observaciones y me fui al estudio a transmitirlas. Por suerte no tengo que ir otra vez porque la escribana ya fue y solucionó con éxito, en la cuarta visita al paroxismo de la parsimonia, el interminable trámite.
Dejo una cita de Mariano Grondona que viene al caso y enseña la raíz del problema de la administración pública y de muchos comercios de nuestro país:
"La presión de aquel que compite conmigo, lejos de perjudicarme, es un factor insoslayable de mi propio desarrollo. Sin leones, los ciervos no serían despiertos y veloces. Los ciervos sin leones languidecen en los zoológicos, donde sobreviven pero, en todo caso, no viven. Al ofrecernos unos a otros a la competencia, tembién nos procuramos unos a otros al inestimable servicio de la exigencia"
2 comentarios:
bienvenido a casa guacho, yo cuando tengo un problema como vos pienso "que bueno que no soy asi"
jaja muy bueno y bienvenido!!!
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