Los dichos casi siempre tienen razón. Son experiencias humanas acumuladas a lo largo de muchos años, comprimidas en lo que vendría a ser una pastillita de verdad. No siempre les prestamos atención, aunque últimamente han venido teniendo mayor popularidad gracias al advenimiento de la fuerza retro, la cual hace que todo lo viejo sea canchero, hasta salir con tu abuelo. En este ensayo vamos a trabajar el dicho “más vale solo que mal acompañado”.
Los primeros amigos que te hacés cuando empezás un trabajo donde hay muchos empleados, o una facultad, o cuando recién llegás a un país, o cuando te sumas a una expedición minera en el medio de la concha de tu hermana, o en un barco de pesca de alta mar, o en cualquier otro conglomerado de personas, pueden ser vergonzosos. Si, digo “vergonzosos” y dejo implícito también peligrosos.
La necesidad humana de sociabilizar es puta. La carne es débil. Muchas veces, aunque estemos ante un tarado a cuadros, una coliflor de la vida, un extraterrestre del sentido común, nuestra cabeza nos trata de alejar pero el corazón nos traiciona y casi siempre termina ganando el costado humano.
“¿Hace cuánto llegaste?”; “¿De dónde sos?”; “¿Fumás?”; “¿Dónde estás viviendo?”; “¿Cómo te arreglás con el inglés/español/francés/sueco? Y el conocido manotazo de ahogado, una potencial trampa al solitario, media hora de infierno: “¿Ya almorzaste?”
Preguntas, muchas preguntas. De las cuales, en su mayoría, no almacenamos la respuesta, sino que pensamos en hacer otra. Y en esto somos peores los latinos, para quienes a diferencia de los nórdicos y los orientales (en mayor medida inclusive) , el silencio es pecado.
Lo más peligroso y potencialmente vergonzoso es comerse la pastilla de que el nuevo amigote pasó la maldita prueba de los primeros cinco minutos. Prueba que nos miente casi siempre, que nos hace creer que alguien que conocemos 15 minutos vale una vida de amistad. Entonces nos encontramos ahí quietitos, reflexivos, felices de haber conocido una persona que vale la pena, bajo el hechizo de la amistad. Ingenuos, olvidamos que las relaciones de amistad son contingentes, pueden suceder, pueden no suceder, o PUEDEN SER UN CALVARIO.
En el presente estudio nos interesa particularmente el último tipo. En esa caja vamos a incluir a los peores modelos de falsa amistad, los ridículos. Aquellos que luego del segundo o tercer contacto se transforman en un beldent en el zapato. La categoría más difícil para presentar a los que si valen la pena. En términos más gráficos, sería como presentarle un nerd a un mariscal de campo novio de la cheerleader más jugosa.
La situación es difícil de manejar, a todos se nos hace un nudo en la garganta en ese momento. Si el mundo fuera moralmente menos pretencioso, todo sería más fácil: “Les presento a Cristian, un tarado que conocí cuando recién llegué y no tenía con quien hablar. Me invitó un pucho un día y después me agregó al facebook, aceptar esas dos proposiciones fue uno de los errores más grandes de mi vida. Les juro que no lo van ver nunca más, dentro de poco me lo saco de encima.”
Pero no, las cosas no funcionan como uno quiere. Por eso, ante un idiota de gran calibre hay varios caminos a seguir, observándose dos extremos bien definidos: el ordinario y el polite, con un mar de grises entre ambos.
Debido a que los extremos nunca son buenos, la mayoría de la gente opta por las medias tintas. Al respecto podemos encontrar de todo: responder tarde los mensajes de texto, bregar por que se generen silencios en las conversaciones, ver de lejos y no saludar, esquivar, y una gran cantidad de acciones que pueden circunscribirse en torno a la categoría Omisiones. Dentro de este grupo hay mucho vagallo, aunque básicamente relacionado con el concepto de no decir, no avisar, no invitar, no comentar. Pensar antes de hablar.
A modo de conclusión queremos expresar que en nuestro trabajo no se buscó llegar a una receta para manejar falsas amistades con imbéciles que conocemos en un ambiente nuevo. Intentamos realizar un corte objetivo de una realidad presente a lo largo de nuestras vidas. Quisimos exponer el hecho de que los primeros contactos de sociabilidad con otro ser humano son una cuestión de extrema sensibilidad. Nunca quisimos proponer la idea de que evitar la sociabilidad es el mejor curso de acción posible. Mucho menos inducir a los lectores a que cambien su forma de pensar, transformándolos en robots analíticos que escanean constantemente a las personas. Lo que intentamos es desnudar una realidad y contribuir a que, cuando se enfrenten a alguna de las situaciones mencionadas, sean un poco más escépticos, cuidadosos y recuerden otro dicho muy valioso: “más vale prevenir que curar”.
7 comentarios:
excelente pala, un exquisito montón de letras. hubo carcajadas (lols).
yo había escrito algo una vez sobre saludar que manejaba el mismo concepto, lo voy a buscar.
recuerdo a varios amigos del primer día, el 98% de las veces los recuerdo como gente que NO QUIERO DE AMIGA Y CRUZO LA CALLE SI LOS VEO pero en su momento sirven, son útiles, herramientas.
(A no ser que te toque un mostro italiano)
Pero vale recordar que en el 2% que resta se encuentran situaciones como la nuestra, que tuvimos que elegirnos por una cuestion geografica el tercer día de clases para hacer juntos un trabajo sobre la biblia y aca estamos, en pernigoti.
re bueno pala!!
etas cosas estaria bueno compartirlas en facebook, es muy dificil poner la f ahi abajo para compartir?
hay que poner guita?
se debe de poder poner. El tema es que me da miedo que algún amigo de los primeros días lo lea y se enoje, mejor no divulgarlo mucho sacás?
es verdad , que lo de pernigoti quede entre nos
facebook va a pasar de moda, como paso con el icq, el emule, el napster y si me permiten, como el msn. segurammente otra red social ocupe su puesto, y después otra, otra, cuál, dirigentes, cuál jugadores, más la hinchada? la hinchada queda, pernigoti queda, hasta que nos gane el juicio barilko y lo tengamos que cerrar.
bien dicho compañero de ciudad de la costa
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