Realismo mágico
Era una sosegada tarde de verano. El calor era abrumador, había olor a higos podridos y el ventilador hacia un ruido verdaderamente tedioso. Al caer la tarde me dediqué a recorrer la finca. Caminé por la huerta, recorrí las caballerizas, observé con detenimiento el jolgorio estival de los mirlos. El crepúsculo daba un aire de misterio al ambiente. Prendí un cigarrillo, reflexione acerca de las posibilidades de que existiera vida en otros planetas y rápidamente tuve que ingresar a la cabaña porque me estaba cagando.
Cagué de todo, había comido un disparate de butifarra la noche anterior. Me di cuenta de que, en algún momento, con gran esfuerzo, debía abandonar ese embutido. Grasa de cerdo ultra picada, debidamente salpimentada, con un tufillo extremadamente seductor. Sin sombra de duda, estas vergas de albino son un producto precioso, una joya de la ingeniería cárnica italiana. ¡Oh cuánto dolor me provoca siquiera pensar en abandonar la ingesta de este manjar!
De todos modos, logré renunciar a esos temerosos pensamientos que me acechaban. Tiré de la cisterna, limpié el borde del retrete con mi corbata y me preparé para revisar algunos documentos del trabajo. No pude conseguir la concentración necesaria, el hecho de estar a solas con la Internet me disperso ostensiblemente. Me di cuenta que durante la última media hora de lectura, me había dedicado a estorbar con el puntero del mouse a una mosca de Peñarol, que se desplazaba por la pantalla buscando chupar el lcd del monitor. La perseguí hasta enloquecerla. Ella me miraba impávida, desencajada, suelta como gabete, en fin, excitada ante las distintas páginas por las que la hacia navegar.
Empezamos por Facebook. En un abrir y cerrar de sus desorbitados ojos rojos la hice viajar por las gélidas aguas del Mar Báltico, hasta la costas de Groenlandia. Allí, donde las turbulentas aguas del atlántico se funden con el mar del continente blanco, en uno de los puntos más septentrionales del mundo, cambié de página y la conducí directamente a Massachussetts. Anonada por el radical cambio, la mosca aurinegra se sintió mal y vomitó en la pantalla, despertando mi ira. Mis sentimientos coléricos hicieron que llegase al límite de mis cabales. Quise aplastarla contra el piso, exterminarla, incinerarla con un desodorante y un yesquero. Pero me controlé, limpié el excremento y seguí adelante, hacia Massachussetts.
Las fotos eran de German Montero, el programador web del trabajo. Un pedófilo, obsesivo por revisar el historial de sus clientes para así poder sacar temas de conversación. En fin, dicho Estado de los Estados Unidos de América me recordaba a algún bocadillo similar a las croquetas o los arrollados primavera. Nunca lo había pensado y decidí que debía anotar el nombre por si algún día montaba un restaurante. Lo utilizaría como entrada: “Massachussets con espárragos macerados en vinagre de Grosellas”. Estrafalario pero seductor. Como la butifarra.
Volví a mi interacción con el desagradable insecto. Ahora había cambiado a páginas que proyectaban desopilantes fotos con alto contenido en porno condicional categoría rimming. La mosca, amante de las heces, se posaba en las nalgas de los intrépidos actores. Se bamboleaba sobre la pantalla. Revoloteaba contenta. El entusiasmo y el regocijo se hacían visibles a leguas. Entonces decidí sacar esa inmundicia audiovisual. No estaba dispuesto a ver una mosca feliz.
Me propuse enseñarle animales feroces, capaces de devorarla de un solo bocado. Fui a Google. Busqué anfibios, ranas y sapos. El estupor le recorría el rostro. Entonces cambié de site. Entre a Pernigoti. Ahora, invadida de un julepe visceral, la mosca se para sobre Baxter Stockman y se ve reflejada. Queda estupefacta ante tal manantial de sensibilidad expresado por semejante chalequito y moñita. Se sentía el insecto más feliz del mundo. Así, sin más, después de unos segundos, se fue volando por la ventana. Nunca más la vi. Apagué la computadora y me fui a pernoctar en la cabaña de los suizos del fondo.
7 comentarios:
Como me gusta cuando se ponen a escribir de manera tan sensible y profunda como saben hacerlo, se me alteran las mariposas en el estomago solo de pensar en el momento en que me ponga a investigar que es el porno rimming.
De los comentarios más gay que escribo no puedo evitar el los quiero
pito de albino, suelta como gabete, volviste pala, que alegría que nos da.
toast my salad.
la mosca llego por el olor del caco?
muy bien gonzalez, muy buena interpretación del texto. Tiene un 10
ya entiendo "ano-nadada", la mosca te salio del culo, am I rigth?
ahhh
no puedo terminar de leer ningun texto
tranquilo, a mi me pasa lo mismo, menos con el pala y con casiari, pero al pala le dije que en un momento se puso largo, no entiende que mucho hiperactivo acostumbrado a leer el chiste del chicle bazooka y nada mas frecuenta pernigoti y se frustra,.
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